Y si… ¿intervenimos menos y observamos más?

La observación es un ejercicio esencial para conocer y entender. En la primera infancia, la observación es la mayor fuente de información sobre el niño o niña; sin embargo, suele existir una necesidad de asumir este conocimiento, dejando de lado los espacios libres de estímulos o intervención.

Las intervenciones no son malas, pero sí es importante que deban ser medidas, ya que cuando hay mucha intervención por parte del adulto, sea desde su voz o su cuerpo, se limitan las posibilidades de potenciar algún aprendizaje o desarrollo natural del niño o niña. Así, encontramos niño/as sobreestimulados, con poca autonomía, inseguros y limitados en su espontaneidad. 

Ahora, el ejercicio de observar puede ser muy retador para los adultos que acompañamos infancias, sea desde la educación o desde la crianza. Por eso creemos importante nombrar algunos puntos de esta práctica. 

En Jacarandá usamos la observación como punto de inicio para la metodología JUVA, ya que el recojo de información de los niños y niñas permite construir espacios y vínculos adecuados para ellos. Uno de los puntos más importantes es hacerlo sin juicios; es decir, observar características específicas y descriptivas sin darle un significado o simbolismo. Pues, estos significados provienen de las experiencias previas que uno tiene y que muchas veces pueden estar cargadas de algún componente afectivo (miedo, tristeza, etc.); o también de las expectativas que se pueda tener del niño/a. 

La observación en Jacarandá busca ser objetiva, ya que esto nos permite tener un panorama real de cada niño y de cada tribu. De igual forma, nos permite reconocer las necesidades y capacidades que cada uno puede tener, acompañándolos a potenciarlas; así como las dificultades. Otro punto importante es observar con conocimiento, esto nos permite darle un sentido y objetivo a la observación. Este conocimiento puede darse de varias formas, desde manejar nociones de desarrollo, objetivos educativos, dinámicas grupales, dificultades del desarrollo, etc.

Muchas veces la intervención será, quizás, el camino más rápido para conseguir un resultado, una respuesta, una conducta. Pero, ¿Qué tanto ésas respuestas provienen de los niños y niñas o de los adultos? ¿Qué tanto conocemos a los niños y niñas que acompañamos? ¿Nuestras intervenciones los ayudan a conocerse, desarrollarse, retarse?… son algunas cuestiones que pueden ayudar a entender el camino de la observación. 

Empecemos a buscar espacios más libres, donde haya la posibilidad a la caída, al error, a la espontaneidad, al aprendizaje natural… y como adultos acompañemos los procesos desde un lugar atento pero respetuoso, haciéndonos cargo de nuestros miedos y expectativas.

Lucia Rojas
Psicóloga

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