Los vínculos afectivos son la base de las relaciones, la manera en la que se vaya formando va determinando cómo nos relacionamos con otras personas y con el mundo. Los niños y niñas, en esta primera etapa del desarrollo, generarán sus primeros vínculos afectivos con sus cuidadores. Estos vínculos les permitirán entender el ambiente que los rodea y la forma en la que se relacionan con las personas que van apareciendo.
A veces puede parecer que ese vínculo se forma o se mantiene automáticamente, pero no siempre es así. Como en toda relación estar atentos, observar, escuchar, reconocer los cambios, estar disponibles afectivamente, es importante para construir seguridad y confianza. Entonces, a construcción de los vínculos afectivos se pueden dar en diferentes momentos; uno de los más importantes en el día a día son las rutinas. Estos espacios de cuidado -como la hora de comer, el momento del cambio de pañal o ropa, la hora del baño, la hora de dormir- donde comparten un momento de intimidad, son una buena oportunidad para generar este vínculo afectivo a partir de pequeñas conversaciones, participaciones dentro del proceso, desde una presencia activa que transmita interés por lo que va surgiendo y por lo que se está compartiendo.
Una de las bases de la metodología de Emmi Pikler es la relación afectiva, donde es de vital importancia que los niños se sientan protegidos y vinculados con sus cuidadores. Es importante que los padres formen entornos que sean seguros y respetuosos con los interés y los ritmos particulares del niño/a, así podrán formar seguridad, confianza, desde el conocimiento y atención de las necesidades que van surgiendo.
Otra oportunidad para generar este vínculo afectivo es en el juego. Tener momentos de juego no solo es importante para el entretenimiento, sino que también es una posibilidad para ingresar al mundo interno, sus pensamientos, sus intereses más íntimos. Entrar en el juego significa compartir y acoger todo ese contenido íntimo que comparten, y en canal para que esto sea posible y seguro es el vínculo afectivo.
Construir un vínculo afectivo abre diferentes oportunidades para mirar al niño/a, conocerlo y entenderlo. En esta etapa donde los cambios son tan continuos, uno como adulto también debe ir transformándose constantemente, y a veces puede ser complicado; este vínculo permite que la experiencia de crianza sea más consciente y conectada, dejando espacio para la transformación, para el error y el aprendizaje.
Lucía Rojas
Setiembre 2023